La Casa dorada de Samarkanda. Hugo Pratt.

Norma Editorial. Primera edición 1992

ISBN: 84-7904-106-4

En 1825, durante la guerra greco-turca, el aventurero inglés Trelawny se enteró de que un tesoro fenomenal estaba oculto en las montañas de Kafiristán, territorio en plena ebullición cen la frontera ruso-afgana. Con el pretexto de ayudar a Grecia, numerosos caballeros de fortuna pro-griegos llegan entonces a Missolonghi, toman parte en los combates y se infiltran en tierra turca, persa y rusa para alcanzar el Kafiristán y poner la mano sobre el tesoro de Alejandro de Macedonia. Muchos perecieron asesinados por los bandidos Afridi, y los más desgraciados acabaron sus días en la tortura y las privaciones de una terrible cácel llamada la «casa dorada de Samarkanda». Se verá en este relato a Corto Maltés y a otros amigos evolucionar por el Asia Occidental en un momento turbulento de la historia que implicó al mundo entero. Turquía salía en mal estado de la guerra de los Balkanes, Inglaterra perdía su influencia sobre el Afganistán, Rusia amenazaba a la India y Persia tenía que hacer frente a movimientos rebledes y revoluciones internas. En 1911 se produjo el enfrentamiento  italo-turco por Tripolitania, la ocupación de la Isla de Rodas y otras islas griegas por los italianos. Siguieron las matanzas de los Armenios y otras guerras de los Balkanes, hasta la primera guerra mundial y la caída del imperio otómano. A través de revoluciones y golpes de estado, se prosiguió la búsqueda tozuda de aquel famoso tesoro cada vez más inaccesible.

Hugo Pratt (Rimini, 1927 – Lousana, 1995) tenía los mismos orígenes cosmopolitas que Corto Maltés. Hijo único, pasó su niñez en Venecia y luego en Abisinia, para regresar a Italia en 1944. Después de la guerra, convertido en un apasionado de los cómics, crearía el grupo de Venecia en compañía de Dino Battaglia, Alberto Ongaro y Mario Faustenilli, con el doble fin de hacer cómics al estino norteamericano y de iniciar a los jóvenes en los grandes clásicos de aventuras. En 1949, el grupo partió a Argentina a instancias de un editor de ese país. Allí Pratt alternaría las historietas ilustradas con clases impartidas en colaboración con Alberto Breccia. Regresa a Italia en 1962 y cinco años después nace Corto Maltés con la aparición del tebeo. Este personaje cobra la categoría de mito, al tiempo que Pratt pasa a ser un fenómeno cultural. Como dijo Guillermo Altares, Hugo Pratt sería un clásico de haber escrito novelas.

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