Vida de Don Miguel. Emilio Salcedo. 1964
Unamuno en su tiempo, en su España, en su Salamanca. Un hombre en lucha con su leyenda. Prólogo de Pedro Laín Estralgo. Anaya.
Se ha escrito mucho de don Miguel de Unamuno y, sin embargo en 1964 faltaba su biografía. Emilio Salcedo, con una beca del Comité d’escrivains et d’etiteurs pour une entr’aide europeenne se lanzó a la aventura; siendo aún hoy, tal como dice Jesús Anta Roca en el texto que reproducimos a continuación, un libro «impagable» y obligado para quienes se aventuren en la obra de don Miguel de Unamuno.
Pero este texto es especial. Sí, especial, no porque tenga una caja realizada a medida para él, no; ¿por qué entonces?: Pues el propio Emilio Salcedo estampó su firma en la primera página. ¿Le perteneció?. Puede ser, hay quien lo hace en sus libros. No es una dedicatoria porque sólo está su nombre. En todo caso de lo que no hay duda es que Emilio Salcedo ha tenido este libro en sus manos, ójala en algunos libros hubiera «caja negra» como en los aviones…
Reproducimos un texto de Jesús Anta Roca sobre Emilio Salcedo, publicado en http://www.vecinosvalladolid.org/ el miércoles 18 de marzo de 2009. Texto que compartimos y haríamos extensivo en lo que a la crítica se refiere, no sólo a Valladolid, sino a las instituciones culturales españolas.
<<Este año cumpliría 80. Pero en 1992, una maldita enfermedad se lo llevó tal que un mes de marzo como el que corre. Emilio Sánchez Arteaga Salcedo (que siempre firmó como Emilio Salcedo) nacido en Salamanca pero vallisoletano hasta los huesos, podría estar en edad creativa. Y aún así, dejó un buen puñado de libros, ensayos y artículos de prensa. Algunos de estos, como su impagable Vida de don Miguel de Unamuno, se sigue estudiando en las aulas. Además, fue una persona contemporánea, comprometida con su tiempo: desempeñando el cargo de presidente de la Asociación Vallisoletana de la Prensa, mostró su apoyo, junto a otras personas notorias de diversos ámbitos profesionales, a la Junta Democrática de Valladolid formada en 1975, años efervescentes de camino hacia la democracia.
Su trayectoria, más allá de su trabajo en El Norte de Castilla, donde fue redactor jefe y director en funciones durante una larga temporada, se nutre de libros como Guía secreta de Valladolid, Teatro y sociedad en el Valladolid del siglo XIX, La palabra indirecta (escritores de Valladolid), Escritores contemporáneos en Castilla y León y unos cuantos títulos más entre los que también tiene cabida su novela El cochecito rojo. Como crítico literario y de teatro, colaboró con revistas de alcance nacional: Tiempo de Historia, Triunfo, Revista de Occidente, etc. Y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, le acogió como uno de sus académicos.
Y, sin embargo, en la ciudad donde dejó lo mejor de sí, no hay un digno testimonio que de fe de su paso por entre nosotros. ¿Porqué demonios no hay una biblioteca, por ejemplo, que lleve su nombre?.
En 1998, a los seis años de su fallecimiento, amigos, escritores, periodistas y la Asociación de Vecinos de Rondilla, le rindieron un homenaje en el Centro Cívico de aquel barrio. Y me consta que esa asociación solicitó poner el nombre de Emilio Salcedo a la biblioteca (aún sin bautizar) del Centro Cívico.
¿Qué agravios se le imputan para que Valladolid no ponga un testigo que evite la pérdida completa de su recuerdo tanto para los de su generación como para quienes, nacidos más tarde, puedan seguir su rastro.
Porque, no se trata sólo de Emilio como individuo, sino de que un testimonio perdurable sirviera también para contestualizar una época. Veamos.
Escribe Isabel Paraíso (profesora en la Universidad de Valladolid), en “Crónica de Valladolid 1936-2000” publicado por El Mundo, que en la década de los sesenta del siglo pasado, hubo en Valladolid una corriente de narradores que escribieron un puñado de novelas que algunos estudiosos han denominado como de «realismo social», que llegaron a publicarse burlando la todavía por entonces moral oficial franquista. Así, entre otros autores, Manuel Alonso Alcalde publica Esos que pasan, José Luís Martín Abril escribe El banco sin respaldo, y El cochecito rojo, de Emilio Salcedo, se edita en 1963. Eran unos años en los que ya tenían obra, o comenzaban a escribir con éxito de público y crítica, gentes como Rosa Chacel, Francisco Umbral, Miguel Delibes, José Jiménez Lozano y otros. Blas Pajarero (Pablo Rodríguez) pone en formato de libro los artículos que había publicado en El Diario Regional bajo el título Retazos de Torozos y Francisco Pino se afianza como un sólido poeta.
Y no he citado otros autores de interés que dejaron mayor o menor obra. Y aquí cabe apuntar a Máximo Regidor o Leopoldo Cortejoso. Y, por supuesto a Jorge Guillén y un buen número de poetas y autores teatrales.
En paralelo a aquellos años 60 y primeros 70, en los que la creación literaria vallisoletana estaba en ebullición, la prensa local, como toda la prensa española comenzó a apuntar nuevos derroteros, que Emilio apuntaló desde el periódico en el que trabajaba.
En definitiva, Emilio Salcedo acumula todas las razones necesarias para que se le reconozca su obra y la impronta profesional que dejó a su paso por la vida: “Todos los días escribo, solo a máquina porque he perdido mi letra”, llegó a decir cuando la enfermedad ya le atenazaba, ¿puede permitirse la sociedad vallisoletana que también se termine por perder su memoria?>> JESUS ANTA ROCA.
Yo ampliaría la reflexión a la propia sociedad Española, pero sobre todo de Castilla y León, a sus instituciones culturales. Se le debe a Emilio Salcedo mucho más de lo que se ha hecho, que ha sido más bien poco.
120 €
Tags: emilio salcedo, unamuno, vida de don miguel de unamuno